¡Ante el golpe de la mafia, DEMOCRACIA!

ATADO Y BIEN ATADO

UN ACUERDO DEL RÉGIMEN PARA SALVAR LOS INTERESES DE LA CLASE DOMINANTE

Tras el Comité Federal del PSOE del pasado domingo se ha iniciado en el Estado español un momento clave de la crisis de régimen, pese a que el resultado se intuyese desde mucho antes. Por primera vez en la historia del Régimen político actual se formará un gobierno estatal explícitamente apoyado por todos los partidos del orden (PP-PSOE-C’s). Esta coincidencia es la máxima expresión de la complicidad de los partidos del Régimen y la existencia de objetivos fundamentales comunes. Históricamente, tanto el PP como el PSOE se han encargado de apuntalar el modelo de acumulación y la estructura jurídico-política del 78, manteniendo el poder efectivo en manos de los monopolios. Hoy, estas tareas sólo pueden completarse a través de un gobierno que contará con el apoyo de ambos partidos.

Este Acuerdo de Régimen se convierte en el reflejo de la inestabilidad del sistema. El coste político para el PSOE es secundario frente al cumplimiento de su papel desde el 78. Como en las últimas décadas, el PSOE ha servido en los procesos electorales actuales para absorber votos de la izquierda, evitando así una radicalización que pudiese poner en entredicho los pilares del régimen. La resolución de la pugna interna en el seno del PSOE sólo se entiende si se caracteriza como el punto álgido de una dinámica esencial del régimen político burgués: el empleo de restricciones democráticas para frenar la erosión del sistema capitalista y las aspiraciones populares. Esta lectura impide caracterizar el desarrollo del PSOE en los últimos días como un cambio de esencias. La dirección del PSOE, presionada por los poderes mediáticos y económicos que dominan el partido desde la Transición, ha cumplido con su papel de sostenimiento del Régimen del 78.

Más allá de los análisis del sistema de partidos del Estado español, la realidad política actual demuestra una tesis siempre defendida por el comunismo: la vía socialdemócrata de resolución de las crisis capitalistas es una ilusión. La posibilidad de asegurar un futuro digno a la clase obrera y el pueblo sin cambiar la estructura económica y el régimen político nunca ha existido. Los partidos socialdemócratas oscilan entonces entre la consciencia de su función de defensa del capitalismo y las ilusiones de quienes consideran posible un camino autónomo al de las dinámicas del Régimen; todo esto sin descartar los juegos de poder de dirigentes que necesitan parasitar el Estado para sobrevivir. Ambas posturas son perjudiciales para la clase obrera: bien por su defensa abierta de la agenda neoliberal, bien por los cantos de sirena que pretenden arrastrar a la clase obrera a la ilusión de la conciliación de intereses en el marco del Régimen del 78.

Frente a esta situación, la UJCE plantea la necesidad de romper con las ilusiones socialdemócratas, y comenzar a construir un movimiento de ruptura con el Régimen. Los actores de la Unidad Popular debemos rechazar la idea de que es posible una salida favorable a las capas populares a través de la conciliación de clases y los acuerdos con los monopolios y sus representantes. El desarrollo de los acontecimientos ha demostrado las limitaciones de una estrategia fundamentada en lo electoral, incapaz de oponerse a una legalidad construida para excluir la voluntad popular cuando se opone a los intereses de la clase dominante. A su vez, debemos transformar las demandas de aquellos que se vieron atrapados por los discursos socialdemócratas en una voluntad de revolución, fundamentada en la exigencia de derrumbar el Régimen del 78 para poder desarrollar políticas en favor de la mayoría obrera y popular. Las necesidades de estos sectores sólo se podrán asegurar a través de la movilización, la organización de los sectores explotados para la conquista de derechos y, en definitiva, la construcción de un nuevo marco constitucional que termine con la dictadura de los monopolios y su reflejo en el sistema de partidos.

Por todo esto, la UJCE apuesta por la construcción de poder popular, a través de la organización de las personas explotadas en los sindicatos, las organizaciones estudiantiles, los espacios vecinales para la conquista de servicios públicos. Esta organización podrá romper con las constricciones del Régimen del 78 y abrir un camino hacia un futuro digno, con la convicción de que sólo el Socialismo podrá poner fin a la precariedad y la explotación que sufrimos.